Podemos enquistarnos en eternos debates sobre las bondades y maldades de la IA, sobre sus oportunidades y amenazas, y todos, posiblemente, llevemos algo de razón. Gana, no obstante, la entropía (y la segunda ley de la termodinámica), cada transferencia de energía aumenta el desorden en el universo. Lo vemos a nivel físico y también a nivel social: somos una raza megalómana, nos gusta jugar a la ruleta rusa, con las armas nucleares o con el cambio climático, estamos condenados al caos.
Nuestra nueva herramientas, la IA, continúa la tendencia, multiplicando exponencialmente las posibilidades de lo más terrible (aquello que, decía Silvio, se aprende enseguida).
Planteo una metáfora, basada en un hecho cotidiano. Saliendo a tirar la basura, ya de madrugada, me crucé con ese coche que, de alguna forma, todos hemos visto: zona residencial y acelerador casi a fondo. Calle vacía, quizá pensó él, cabeza vacía, quizá pensé yo. Mi pensamiento hila una definición precisa del conductor: escasa capacidad analítica, o inhibición de la misma, de forma que genera una innecesaria situación de riesgo. No hace falta mucha inteligencia para pisar con tanta fuerza el acelerador, más bien lo contrario, pero el efecto, el vehículo lanzado por la calle, supone un hecho real. El resultado, claro, puede ser fatal, puede provocar un accidente que implique a una o varias personas. Hemos necesitado un actor semi-pensante y una herramienta (con ruedas), para generar una situación de riesgo.
La IA empieza puede acoplarse a este esquema. Permitirá que seres semi-pensantes lleguen a extremos de perversidad fuera de su alcance inicial. La estupidez siempre ha existido, pero ahora la estupidez cuenta con una herramienta plena de potencia, la tendencia a la entropía hará el resto. ¿Qué impedirá a cualquier ignorante crear un arma biológica? Hasta hace poco la barrera fue el conocimiento, ahora, al apearlo de la ecuación abrimos la puerta a una multitud con ganas de iterar. No faltarán mentes vacías que pisen el acelerador y creen grandes amenazas, dispersándose a través de la entropía intrínseca al mundo. Ahí se emplazarán muchas luchas.
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